Bienaventurados los pacificadores
Un muchacho joven presentó una canción de ritmo pausado, en el Festival de la Primavera, Festival de Viña del Mar, letra muy nostálgica y, para los tiempos, atrevida. Era de su autoría y la llamó: un café para Platón. La canción habla de un estudiante a quien él conoció a principios de aquella década en la Universidad de Chile. Era uno de esos típicos hippies de la época, que hablaban de paz y amor, probablemente fumaba marihuana (con un pitillo a medio terminar), andaban desarropados y se interesaban poco por las posesiones materiales. Era estudiante de filosofía y se hacía llamar a sí mismo, “el amigo de Platón”. Como existencialista, vivía de la caridad de sus compañeros, pedía plata para tomar café (no para él, sino para su imaginario amigo Platón) y para pagar la “micro” (unas monedas para locomoción).
Un cafe para platon |
Desde luego que, como buen hippie de la época, era comunista hasta la médula y gran activista. Cantaba canciones protesta, sabía preparar cocteles Molotov, y era de los que en masa, protestaba por cualquier cosa por las calles, en contra de los momios (democratacristianos) y al grito de “qué calor, qué calor, un guanaco por favor!”, disfrutaban cuando la policía salía con sus carros lanza-agua.
Cuando se vino el golpe de estado del 11 de setiembre de 1973, muchos de aquellos revoltosos fueron apresados, incluyendo al amigo de Platón. Gran cantidad de ellos fueron encerrados en el Estadio Nacional y de allí desaparecieron. Por esas cosas extrañas, él fue liberado, y en cuanto se reiniciaron las clases, unas dos semanas después del golpe, volvió a la universidad con todos sus compañeros. Pero, un día de octubre a clases no llegó, había dejado la universidad. Con un pitillo a medio terminar, se marchó. Nunca nadie más supo de él. Se rumoró que se había exiliado en España, pero eso nunca fue confirmado. Como cantaba Fernando Ubiergo: “dime amigo en qué lugar, del mundo te hallarás, tomando un café junto a Platón, yo sé bien que tú estarás, hablando de la paz, y del amor. Tú siempre dijiste que, la paz se escapa por, entre los dedos de la humanidad, que si los pretendes juntar, son tantas manos que, no alcanzarán…”